
En uno de los pasajes del capitulo fama del libro de Andy Warhol Mi filosofía de A a B y de B a A, este artista describe la siguiente situación:
La otra noche cenaba con todos en el taller. Los chicos del taller me trataban fatal, porque me conocen y me ven cada día. Pero resulta que estaba allí un tipo simpático que alguien había traído y que no me conocía, ¡y el chico apenas podía creer que estaba cenando conmigo! Todos me veían a mí pero él veía mi aura.
Este pasaje calza perfecto con la idea que da vueltas en mi cabeza al leer el texto sobre la Nueva Cancillería del Reich. Y es que el sentido del concepto de Aura que nos propone este artista habla de como las personas, especialmente las que poseen una gran fama y popularidad, trabajan su imagen cuidando cada detalle para así poder construir un personaje, un Aura, que es aquello que ven los demás y que sólo está en sus ojos respecto de estas personas que en realidad no conocen. Es clásico en nuestra sociedad, donde cada día se crean nuevos ídolos ya sea en la religión, la política o la entretención, que son entidades maqueteadas en laboratorios a mano de expertos en comunicación y marketing que crean muñecos al estilo Barbie en carne y hueso, y que además hablan.
Independiente de mis creencias personales, jamás podría haber imaginado a Juan Pablo II defecando, pues en mi mente no tiene cabida esa imagen. Le creo a Cecilia Bolocco cuando asegura no ‘tirarse flatos’ y más aún a Michel Bachelet cuando aseguraba Estar Conmigo. Todo esto gracias a la construcción de Auras de estas personas que crean un escenario adecuado y propicio –que incluye el cómo se mueven, dónde se mueven y con quién se mueven- en el cual poder actuar y representar su personaje. Al igual que Hitler y tantos otros que validan una realidad construida.
Y cómo no preocuparse por los escenarios donde operan estas Auras si tienen la posibilidad de estar en cada uno de nuestros hogares materializándose a través de la T.V. durante las 24 horas del día jugándosela por encantarnos. Vivimos en la Era de la comunicación, Era en la que la imagen que se proyecta de cada cual no es un mero reflejo de quién se es, sino de quién se quiere ser. Habrá que creerle a ese personaje de Almodóvar que rezaba que “Una es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma”.
La otra noche cenaba con todos en el taller. Los chicos del taller me trataban fatal, porque me conocen y me ven cada día. Pero resulta que estaba allí un tipo simpático que alguien había traído y que no me conocía, ¡y el chico apenas podía creer que estaba cenando conmigo! Todos me veían a mí pero él veía mi aura.
Este pasaje calza perfecto con la idea que da vueltas en mi cabeza al leer el texto sobre la Nueva Cancillería del Reich. Y es que el sentido del concepto de Aura que nos propone este artista habla de como las personas, especialmente las que poseen una gran fama y popularidad, trabajan su imagen cuidando cada detalle para así poder construir un personaje, un Aura, que es aquello que ven los demás y que sólo está en sus ojos respecto de estas personas que en realidad no conocen. Es clásico en nuestra sociedad, donde cada día se crean nuevos ídolos ya sea en la religión, la política o la entretención, que son entidades maqueteadas en laboratorios a mano de expertos en comunicación y marketing que crean muñecos al estilo Barbie en carne y hueso, y que además hablan.
Independiente de mis creencias personales, jamás podría haber imaginado a Juan Pablo II defecando, pues en mi mente no tiene cabida esa imagen. Le creo a Cecilia Bolocco cuando asegura no ‘tirarse flatos’ y más aún a Michel Bachelet cuando aseguraba Estar Conmigo. Todo esto gracias a la construcción de Auras de estas personas que crean un escenario adecuado y propicio –que incluye el cómo se mueven, dónde se mueven y con quién se mueven- en el cual poder actuar y representar su personaje. Al igual que Hitler y tantos otros que validan una realidad construida.
Y cómo no preocuparse por los escenarios donde operan estas Auras si tienen la posibilidad de estar en cada uno de nuestros hogares materializándose a través de la T.V. durante las 24 horas del día jugándosela por encantarnos. Vivimos en la Era de la comunicación, Era en la que la imagen que se proyecta de cada cual no es un mero reflejo de quién se es, sino de quién se quiere ser. Habrá que creerle a ese personaje de Almodóvar que rezaba que “Una es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma”.
1 comentario:
voy a leer con detención y con envidia las palabras de warholl
que hubiera pasado si la campbells vendiera mermeladas y no sopa sopa sopa
que diria mafalda por dios
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