Jean Paul Sartre (1905-1980), en su texto El Existencialismo es un Humanismo, define como primer principio del existencialismo -el ateo- al hecho de que el hombre, al contrario de los objetos parte por ser nada, su finalidad en la vida se definirá después. Dice que no existe una naturaleza humana, porque no hay un Dios para concebirla.
“El hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal como él se quiere, y como se concibe después de la existencia, como se quiere después de este impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se hace”.
En el caso de las personas la esencia precede a la existencia, esto desde un punto de vista que no considera un Dios que cree a las personas con un objetivo. Si nos centramos en esta filosofía podemos decir que la creación de objetos por el ser humano cuya existencia precede a su esencia, nos convertiría en seres supremos, elevándonos, como artesanos a dioses, esto pues somos entes que poseen la capacidad de crear recetas para la construcción de elementos funcionales. En nuestras manos está la capacidad de procrear de manera controlada y conciente, otorgándonos la posibilidad de producir una nueva realidad.
“Dios, cuando crea, sabe con precisión lo que crea”.
Miremos a nuestro alrededor…
No hay más Dios que el propio Hombre que con su capacidad de construir objetos ha definido un medio “natural” nuevo. No hay vuelta atrás, cada vez nos vemos envueltos en un medio más y más artificial, aplastando el entorno natural del planeta; nuestra realidad responde a un hibrido ambiguo donde, para las nuevas generaciones, montañas y rascacielos se funden en el mismo paisaje.
Y es que estoy sentado, vestido e interactuando con los objetos que construyó alguien definiendo entorno y por ende realidad, y por extensión también a parte de mí.
Proyectamos y experimentamos, creamos las recetas y las herramientas.
No sé a dónde nos llevará todo esto, pero está claro que SABER ES PODER.
Y, si puedo hacer y tener, YO SOY DIOS.
“El hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal como él se quiere, y como se concibe después de la existencia, como se quiere después de este impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se hace”.
En el caso de las personas la esencia precede a la existencia, esto desde un punto de vista que no considera un Dios que cree a las personas con un objetivo. Si nos centramos en esta filosofía podemos decir que la creación de objetos por el ser humano cuya existencia precede a su esencia, nos convertiría en seres supremos, elevándonos, como artesanos a dioses, esto pues somos entes que poseen la capacidad de crear recetas para la construcción de elementos funcionales. En nuestras manos está la capacidad de procrear de manera controlada y conciente, otorgándonos la posibilidad de producir una nueva realidad.
“Dios, cuando crea, sabe con precisión lo que crea”.
Miremos a nuestro alrededor…
No hay más Dios que el propio Hombre que con su capacidad de construir objetos ha definido un medio “natural” nuevo. No hay vuelta atrás, cada vez nos vemos envueltos en un medio más y más artificial, aplastando el entorno natural del planeta; nuestra realidad responde a un hibrido ambiguo donde, para las nuevas generaciones, montañas y rascacielos se funden en el mismo paisaje.
Y es que estoy sentado, vestido e interactuando con los objetos que construyó alguien definiendo entorno y por ende realidad, y por extensión también a parte de mí.
Proyectamos y experimentamos, creamos las recetas y las herramientas.
No sé a dónde nos llevará todo esto, pero está claro que SABER ES PODER.
Y, si puedo hacer y tener, YO SOY DIOS.
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